No es fácil enamorarse en estos tiempos de zapping afectivo. Y más difícil resulta cuando se arrastra una mochila con decepciones, reproches de una separación.
Una de las emociones frecuentes es el enojo, el rencor. A veces, nos aferramos al odio para evitar el dolor y este mecanismo defensivo detiene la posibilidad de volver a enamorarnos. Construimos barreras emocionales que nos aíslan e impiden conectarnos nuevamente con el amor.
Si no hemos podido terminar en armonía en la relación anterior, esto influiría en una nueva pareja. Es importante elaborar el duelo hasta que el vínculo quede limpio de emociones negativas. También los prejuicios con respecto al enamoramiento y la pareja nos frenan a la hora de conocer a alguien. Pienso que es necesario trabajar para no tener ideas previas.
Enamorarse o no enamorarse, esa es la cuestión. Cuando no se encuentra el amor, la tendencia es situar el problema afuera de uno. En muchos casos, el obstáculo para no enamorarse es interno. Sería interesante asumir que uno, en realidad, rechaza enamorarse porque no quiere, por ejemplo, volver a sufrir. En tiempos donde el matrimonio y la pareja están en crisis, sugiero animarse a revisar tanto la propia historia como la capacidad de amar. Es hora de reconocer que reencontrarnos con el amor requiere de un trabajo previo: el reencuentro amoroso con nosotros mismos.
Hoy los hijos son muchas veces espectadores de los nuevos amores de los padres. ¿Cómo influyen en éstas historias, sabotean relaciones o ayudan a consolidarlas? Estos padres, solos o con una pareja en puerta, deben transmitirles la seguridad de que no van a ser abandonados. El máximo temor de los hijos es siempre el abandono de sus padres. Por eso cuando se está armando una nueva pareja es fundamental decirles, con hechos y palabras, que ellos son lo más importante en la vida de sus padres, que no se los va a dejar de amar.
Más allá de los hijos, la posibilidad de vivir el amor después del amor también depende del tiempo, que ayuda a cicatrizar las heridas. Es necesario tiempo para reacomodarse a la nueva situación y recuperar el optimismo. De a poco se vuelven a rescatar los aspectos positivos de estar en pareja. Después de la soledad y la angustia propias de un divorcio, puede llegar el gran amor. Si se capitaliza la experiencia, existen grandes posibilidades de construir una historia con cimientos más sólidos que la anterior.
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